martes, 10 de agosto de 2010

Cosas Infames: Las chanclas.

Es verano, aprieta el calor y los pies se te cuecen dentro de las zapatillas de deporte/zapatos de tazón/mocasines/elegantes zapatos de claqué. Pero no te angustias ni te preocupas porque tienes chanclas.

Las chanclas son esas criaturas veraniegas que habitan en nuestros pies y que, además de para tenernos los pies frescos, sirven para incordiar. Así, tal cual. Podría poner la palabra incordiar con caps lock, incluso. INCORDIAR. Empezando por su desafortunado diseño torturador y terminando por su irritante manía de hacer ruido aunque no estés moviéndote, las chanclas están diseñadas pura y completamente para hacer el mal.

Mírenlas, fingiendo ser inofensivas...
El mal...el mal supremo.



Para empezar, la persona que pensó que poner un trozo de plástico/tela altamente cortante entre el dedo gordo y el índice era una buena idea o era un genio maligno o era idiota. Te las pones, sales a andar con toda tu confianza puesta en ellas y entonces...¡ZAS! Molestia, picazón...dolor. Para cuando quieres darte cuenta la aparentemente inofensiva cuerdecita te ha rasgado la piel y sumándose al calor, el sudor y toda la porquería del suelo ha reservado para ti un viaje a Rozadurastown, la ciudad más feliz de Jubilandia. Eso sin contar que no se alíe con sus aerodinámicos alerones de sujeción 0 que en teoría están ahí para fijar la chancla al pie pero que en la práctica también existen para hacer rozaduras, especialmente los de plástico. Las chanclas con alerones de plástico tienen un problema básico: Los alerones están divididos por la mitad por una fina línea de plástio que se roza constantemente. Y eso no es bonito. Mucho menos bonito es ver tus pies después de horas de tortura.

Porque no sólo están magullados, no, están tan sucios que mirarlos hace que te sientas lleno de porquería hasta por dentro. Nadie sabe cómo es posible mancharse tanto los pies sin siquiera salir de casa. Te lavas concienzudamente los pies, te lavas incluso entre los dedos, para adaptarte a la higiénica sociedad y estás de lo más feliz porque están prístinos. Están tan limpios que podrías comer en ellos si tuviesen la superficie suficiente como para sostener comida de forma eficaz. Te sientes orgulloso de tus limpísimos pies, los miras y sonríes porque están hermosos. Entonces, te pones las chanclas y es como si llevasen incluido un imán que atrae toda la roña que pueda haber a kilómetros a la redonda. Ya puedes andar por suelo recién fregado que cuando vuelvas a mirarte los pies estarán cubiertos de una desagradable capa de polvo, arena, barro y algo negro que nadie querría saber qué es.

Eso hace que uno se cabree, claro. O se frustre. Y esto hace que pateemos las chanclas lejos, lo que a su vez hace que alguna de ellas se pierda. A las chanclas les gustan los sitios húmedos, oscuros y, en general, a tomar por culo de donde deberían estar. A veces, una de las chanclas decide que es hora de independizarse y que no quiere vivir atada a la otra. Entonces, desaparece. Aunque la busques por toda la casa e incluso fuera de ella, no eres capaz de encontrarla. Eso es aún más trágico que el hecho de que se pierdan las dos porque a partir de ese momento o tendrás que resignarte a no llevar chanclas o tendrás que desparejar a otra. Lo único bueno de la situación: Tener dos pares desparejados. Cuando se tienen dos pares desparejados se produce el efecto mágico de tener la cantidad justa de chanclas para apañarte. Si sólo tienes un par...mala suerte.

Las chanclas, por regla general, odian a sus dueños. ¿Cómo puedo saberlo si las chanclas supuestamente no sienten? Por el hecho de que andar y correr con ellas puede ser mortalmente difícil y, sin embargo, resbalarse y caerse es lo más fácil del mundo. En resumen, son medios de locomoción imperfectos. A la hora de andar hay que encoger los dedos para que las chanclas no se escapen y al correr...lo mismo pero a un ritmo más rápido y complejo siempre con el riesgo de llegar a terreno inestable y que las chanclas no se adhieran al suelo. Resultado: Chanclas libres y tú en el suelo, con suerte, dolorido. El que haya que asegurar su presencia cada dos por tres es lo que hace que las chanclas choquen contra el pie y ese choque es el padre del tremendo ruidazo de las chanclas. Ese y el chocar brusco de la chancla contra el suelo. Además, claro, de que chirrían. Sí, las muy condenadas chirrían constantemente porque la goma se frota efímeramente y emite un sonido tan alto que es capaz de despertar a tu abuela medio sorda.

Y el fallo más grande, más mortal, más tremendo de las chanclas...los pies se vuelven vulnerables al medio. Con zapatos que el pie se tope con la pata de algo no supone un gran problema. Con chanclas, puedes prepararte para ver las estrellas, toda la vía láctea y la Estrella de la Muerte...incluso el Halcón Milenario de refilón. Porque, además, los pies tienden a ponerse en peligro mucho más frecuentemente cuando se llevan chanclas y eso incluye rozarse con cristales, chocar contra cosas perfectamente esquivables y torcerse en incómodos y peligrosos ángulos.

Las chanclas son uno más de los tantos peligros del verano como los rastrillos de playa, los helados de sabores divertidos pero repugnantes o las noticias estivales. Las odio casi tanto como ellas me odian a mí pero no podría vivir sin ellas. Porque con zapatos mis pies estarán limpios, sanos y probablemente me caería mucho menos...pero es hora de asimilar que el fresco comfort sale caro.


6 comentarios:

  1. Conclusión:
    Hay una necesida de involución (volver al bosque, rechazar a la civilización, dejar de usar prendas en los pies) y de evolución (desarrollar pelos en las plantas de los pies cual hobbits para adaptarse al ambiente)

    PD: Está muy bien, hay unos puntazos ahí xD

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  2. He aquí la solución:

    No lleves chanclas por la calle. Sandalias sí. Chanclas no. Las chanclas para la piscina EXCLUSIVAMENTE. Chanclas caca.

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  3. ¿Y si usase esos calzados que son como sandalias romanas?
    Tienen mejor sujeción y vas igual de fresco.
    Debo decir que con mi 48-50 de pie yo he de llevar Zapatos, ya que las sandalias me salen igual de caras .

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  4. Os contaré un vergonzoso secreto: No suelo usar chanclas, llevo sandalias...pero ¿y el humor? ¿y los niños? ¿Es que nadie piensa nunca en los niños?

    Iba a escribir la primera entrada sobre las redes sociales, pero decidí guardar ese cartucho para más tarde y miré a mi alrededor...¿qué vi? A mi madre peleándose con sus chanclas. Y voilá, una entrada sobre chanclas. Viva y bravo.

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  5. Reí mucho con tu entrada y tienes toda la razón, siempre me lastimo el dedo pequeño del pie cuando llevo chanclas. O típico que alguién me pisa el pie y me deja el sello de su suela en mi blanca piel; es ahi cuando entran las salvadoras toallitas húmedas.

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  6. "Con chanclas, puedes prepararte para ver las estrellas, toda la vía láctea y la Estrella de la Muerte...incluso el Halcón Milenario de refilón". ÉPICO!

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