viernes, 20 de agosto de 2010

Cosas del día a día: El niño inglés.

Ahora mismo, estoy alojándome en el Parador de Jarandilla de la Vera del que mi tía es directora con mi familia. Como la mitad de mi familia estaba con ella en Talavera por una operación y la otra mitad se había ido al circo, hoy he salido al patio del Parador para cenar sola.

Me he sentado, sin pensar, en la única mesa de dos servicios que quedaba para no ocupar las grandes. Al lado de la mesa, una familia esperaba que le atendieran tranquilamente. Desde la mesa, un niño me miró con curiosidad y luego empezó a hablar con sus padres. No estaba lo suficientemente cerca como para oír qué decía, pero a los dos minutos el niño se había plantado en la otra silla de la mesa y me saludó, alegremente, en inglés.

No sé por qué, pero asumió que yo hablaba inglés y que podía sentarse. El niño parecía tener entre 11 y 13 años y sin que me esperase nada me sonrió con una timidez anómala para el desparpajo que tuvo con sus padres y me preguntó si podía cenar conmigo en un inglés sorprendentemente educado y cortés.

Entre la cara que puso, los ojazos suplicantes y azules y la mirada de los padres de "Necesitamos una niñera...HAZLO", no pude decirle que no y me preparé para ver truncado mi plan de cenar tranquila y apaciblemente sin discusiones en la mesa ni comida volando. Lo primero que descubrí fue que no sabía hablar español, con lo que tenía que cambiar el chip mental a inglés. Bien, sin problemas. Luego me dijo que le llamara Scotty, que no se llamaba así pero que mamá no dejaba que dijese su nombre a desconocidos (y entonces se oyó a su madre decir "Norman, pórtate bien". Seguí llamándole Scotty) y que él me llamaría Patty porque era un nombre que le parecía gracioso.

La camarera, que me conoce y a la que conozco, se rió un poco cuando me quedé en plan "No spanish" al pedir y el niño no entendió ni papa. Al final, pedí por él lo que él había llamado con torpeza "cruncletas" (toma nombraco) y empezó la parte de las sorpresas...

El niño no sólo era tremendamente educado e inteligente, si no que sabía hablar mejor y de más temas que mucha gente que conozco mucho mayor que él. Me habló de su casa, de su abuela, del pastel que preparaba su madre. Me dijo que tenía muchos amigos pero que a veces se sentía un poco solo y que la escuela le aburría. Me preguntó si me gustaban los comics y, sin esperar respuesta, empezó a hablar de forma atropellada de los X-Men, de Spiderman y de Batman. Scotty estaba resultando ser un conversador inesperadamente bueno y entretenido, un niño muy educado a la mesa y un pequeño proyecto de freak en potencia.

Llega la hora del postre. Scotty casi se da cabezazos en la mesa para pedir un helado de fresa y yo sólo miro entre la curiosidad y la fascinación. No todos los días aparece un niño de once años inglés para cenar civilizadamente contigo, mucho menos un niño de once años inglés que resulta ser el mejor conversador del mundo. Entre que la camarera viene y va, Scotty mira el cielo y suspira. Entonces me pica el brazo con un dedo y cuando se asegura de que le estoy mirando, ni antes ni después, me suelta con todo el desparpajo del mundo que soy la mujer más guapa que ha visto nunca.

Sí, me lo dijo un niño inglés de once años cuyo nombre completo ni sé y al que no volveré a ver. Sí, seguramente estaba cansado por el viaje y no sabía muy bien ni lo que veía ni lo que decía. Sí, es probable que sólo me estuviese haciendo la pelota para conseguir mi postre (no lo hizo). Pero mientras me miraba con esa adoración mezclada con respeto de niño y sus ojazos azules bien abiertos, sonriendo enormemente, me llegué a sentir de forma completamente irracional y estúpida la mujer más guapa del mundo.

Cuando llegó la hora de que se fuese con sus padres, Scotty estaba a punto de llorar y yo no me quedaba atrás. Era delgado y parecía poco fuerte, pero el abrazo que me dio casi me rompe unas cuantas costillas. Le revolví el pelo y le dije adiós con la mano. De vez en cuando, se giraba para mirar si seguía allí y en una casi se cae de boca llevándose a su padre, pero siguió andando. Los padres me dieron cinco euros por las molestias que les devolví y me quedé de pie en la puerta del Parador hasta que el coche se alejó del todo.

Entonces vine aquí y me puse a escribir la historia sensiblera y ñoña del niño inglés. Por lo menos, para asegurarme de no olvidarme nunca de algo tan extraño a la par que super super bonico.

6 comentarios:

  1. ¿No dicen que son los niños y los borrachos los únicos que dicen la verdad? y de los borrachos no estoy tan seguro.
    un saludo y me voy a seguir parpadeando.

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  2. 1. Si usted se quejaba del ñoñerío de mi blog, toma dos tazas.

    2. Tengo que conocer a ese niño. ¡Es un embaucador nato! Cortesía profesional, ya sabes...

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  3. ...Eso ha sido super super bonico...

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  4. Hace cuatro años, en una comida familiar, conocí a un primo mío de cinco años. Le gustaban los Rolling y el rock en general, además de Spider-Man. Un crío majo donde los haya, oiga.

    Hace dos meses, volví a verlo. Se ha convertido en un niño repelente y maleducado al que se nota que los padres han consentido durante varios años riéndole las gracias. Y ya ni siquiera le gustan los Rolling y Spider-Man, ahora es más de Jonas Brothers y Ben 10.

    El horror.

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  5. Joer, que aventuras corre la gente. A mí nunca me pasa nada interesante.

    Y chapó con el niño. No hay que fiarse de las apariencias, mira tú por dónde...

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  6. brillante, increible, magnifico, romantico sin ser noño... brutal

    Y si los niños pueden dar lecciones... No me canso de decirlo

    PD: Me tiene usted entregado completamente... Resto de la blogsfera, retirense!

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